¿SABES A QUE HUELE UN SALA DE CINE XXX?
” Tienes una idea como
huele un sala de cine xxx? ”
BlogAdicto En Chile | inicio | Servicios | contacto | temas de interés | Patrocinados | Revista
Online.
La
entrada de “El Pussycat”, carrera séptima con calle 24, Bogota, como es
conocido, se esconde tras una reja metálica de color marrón. Su símbolo
característico es una gatita sensual en ligueros y como cualquier cine, exhibe
su cartelera de películas en las paredes que anteceden la taquilla.
Y
ADEMÁS...
· Noticias y
entretenimiento
· Revisa otros artículo
de blogadicto.cl
Huele a lavanda, a húmedo y a
desinfectante barato. También huele a nicotina vieja, pero ese es un olor que
solo los fumadores pueden identificar. En la actualidad no se permite fumar
dentro del Teatro Esmeralda Pussycat, uno de los últimos teatros de cine porno
que quedan en el centro de Bogotá.
La entrada de “El Pussycat”, carrera
séptima con calle 24, como es conocido, se esconde tras una reja metálica de
color marrón. Su símbolo característico es una gatita sensual en ligueros y
como cualquier cine, exhibe su cartelera de películas en las paredes que
anteceden la taquilla.
En esta tarde se proyectará ‘La bella y la
bestia’. No, no se confunda, en este caso, a diferencia del clásico de Disney,
las canciones y los bailes se reemplazan por los gemidos, los elaborados
vestidos por trajes de cuero y el castillo, por un cuarto de motel. Aunque eso
sí, las dos historias terminan en un ‘final feliz’. Los asistentes son
mayormente hombres de más de 50 años, vestidos con trajes de paño gastados por
el uso. De diez curiosos que se acercan para apreciar la cartelera de
películas, solo uno reúne el valor, o las ganas, para llegar hasta la taquilla
y pagar los 7000 pesos que cuesta la entrada. A los hombres les dan
indicaciones para ingresar al primer piso de la sala de cine, mientras que las
parejas y mujeres que van solas las dirigen al segundo piso.
Dentro del teatro se encuentra una pequeña
tienda que ofrece gaseosa, cerveza, paquetes de papas y un mini sex shop. Allí
se promocionan los potenciadores sexuales y los vibradores, que van desde los
aceites a 5000 pesos, hasta los consoladores triples a los 130000. Al lado de
este se hallan los baños de “Adan” y “Eva”.
Usted pensará que “Adan” y “Eva” son
desaseados, pero la verdad es que son como cualquier baño, la única diferencia
es que, al igual que el resto del teatro, estos están decorados con aerografías
y oleos de hombres y mujeres desnudos. A ellas las recibe un John Travolta muy
joven, desnudo y en una posición sugestiva, mientras que a los ‘Adanes’, una
Michelle Pfeiffer con las piernas abiertas les da la bienvenida. Para llegar al
segundo piso del teatro es necesario subir por unas escaleras de madera que ya
han perdido todo rastro de barniz a causa de los millones de espectadores que
las han transitado, desde hace más de 30 años cuando este teatro exhibía cine
familiar.
Al final de la escalera hay dos puertas.
La primera, a la derecha, es pequeña y da paso a las cabinas individuales para
aquellos que desean más privacidad, solos o acompañados de su pareja. Es un
lugar sombrío, los cubículos son enchapados en madera y hay muy poco espacio
entre uno y otro. La segunda puerta, mucho más grande, recibe a los cinéfilos
con una oscuridad implacable.
Es imposible ver algo diferente a la
pantalla. Entre los gemidos de la actriz porno, que logran que usted no deje de
mirar, se puede distinguir el “cuchicheo” de una pareja que se encuentra cerca
de la entrada. El olor a desinfectante de lavanda se vuelve penetrante y es
imperante utilizar el tacto para no terminar sentado encima de otro espectador
emocionado.
Hay cerca de 200 sillas en este piso,
todas de madera, tapizadas con cuero sintético verde. La película que se está
proyectando no es vieja, se puede saber porque los protagonistas del filme se
encuentran completamente depilados. “Mira, a mí me gusta eso”, le dice una
señora de aproximadamente de 40 años al hombre que la acompaña, mientras en la
pantalla se observa una escena de sexo oral. Se ríen un rato y se besan
apasionadamente al mismo ritmo de la película. El placer puede ser fingido en
la pantalla, pero a escasas dos sillas de distancia se vive una escena real.
Empieza el momento de la felación en el
filme. El hombre, bien dotado, recibe sexo oral de la rubia con senos de
silicona y como si se tratará de un video instructivo de aeróbicos, la pareja
espectadora imita la acción de la pantalla gigante. Rápidamente la cabeza de la
señora del público desaparece y los
gemidos de placer del hombre atlético de la pantalla se entremezclan con los
del señor de más de 50 años que se encuentra en la sala. La película termina y
empieza otra, en esta ocasión el filme tiene más luz y hace posible ver más
detalles del teatro. La sala de proyección ya no se usa, fue reemplazada por un
videobeam que se ubica en la baranda del segundo piso, razón por la cual aunque
las películas son digitales, la resolución no es muy buena. En el piso a mi
derecha hay un condón usado, a la izquierda un vaso y el envoltorio de una
colombina. La pareja se para repentinamente y se van agarrados de la mano,
ninguno voltea a mirar cuando salen, solo se van.
La sala queda vacía, por lo que es posible
husmear por el balcón para ver la acción del primer piso. En la escena hay
cuatro hombres, tres de ellos sentados en extremos opuestos del teatro y uno,
un hombre de más de 70 años, camina constantemente por la sala mirando a los
demás. Como en cualquier película pornográfica, los protagonistas intercambian
dos o tres frases y empieza el sexo desenfrenado. Los hombres en el primer piso
suben sus piernas en las sillas de adelante, uno se desabotona la chaqueta de
paño azul y se masturba con naturalidad, con la misma tranquilidad con la que
otro espectador, al lado opuesto del cine, juega con una lata de cerveza
mientras come papas de pollo.
La película se torna monótona. Me levanté
y salí de la sala. Al bajar las escaleras conversé un poco con la señora que
atendía el pequeño sex-shop, me contó que al siguiente día habría una función
para parejas, “esperamos entre 20 y 40 parejitas, la esperamos”, sonreí y le
respondí que su propuesta era interesante. Un hombre de 60 años, con
inconfundible tufo a cerveza, le preguntó a la vendedora por pastillas para
conseguir una erección, mientras ella le explicaba el producto me miró de abajo
hacia arriba con deseo, mientras se remojaba los labios. Me despedí y salí del
lugar. Preferí dejarlo con la rubia voluptuosa de la película.
[CONTACTO]
Marion Barra G.
+569-72693521


0 comentarios:
Publicar un comentario